El problema de los castigos, para resumir, es que no enseñan nada positivo. No promueven el crecimiento ético, la responsabilidad, el altruismo o la empatía.
Los castigos promueven:
- Resentimiento,
- Estrés, tanto para quien lo recibe como para quien lo inflige;
- Encontrar trucos para no ser descubiertos;
- El uso de la fuerza con los amigos, porque enseñan que así se obtiene lo que queremos (que es el revés del educar a la paz);
- El impulso de mentir;
- Egocentrismo, pensar casi exclusivamente en los propios intereses.
Y sobre todo, los castigos no ayudan a desarrollar una familiaridad con el error que en la vida siempre será un salvavidas porque enseña que está bien equivocarse, a caer y levantarse.
En lugar de castigar y condenar el error, quédate a su lado, haz preguntas para comprender, da el beneficio de la duda, reflexionar juntos sobre cómo podrían haberlo hecho mejor
Los atajos en la crianza de los hijos no nos llevan a donde queremos ir. Sí deseas que tus hijos se conviertan en adultos que conozcan el equilibrio, la empatía y la resiliencia, entonces el castigo no es el camino a seguir.