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Sobrevivir a un niño como pareja

Carlotta Cerri
Salva

Yo también tengo mis crisis. Yo también a veces me siento agobiada. En este momento, me estoy comiendo una barra de chocolate negro—y que sea negro no cambia nada si me la como entera.

Tener a un niño es como un huracán para la pareja. Sé con cada célula de mi cuerpo que Alex y yo acabaremos juntos, viejos y grises en ese banco delante del mar, un día. Lo conseguiremos. Pero. Pero tendremos que usar todas nuestras fuerzas, paciencia y racionalidad para conseguirlo.

Desde que Oliver ha llegado, discutimos mucho más que antes, por cosas tontas. Somos menos equipo a veces. Nos encontramos más competitivos que antes, ese tipo de competitividad que "lo hago mejor yo, porque no puedes hacerlo como yo?". A veces parece una carrera a quién es mejor padre. Tenemos más malentendidos. Nos hacemos seguramente más daño que antes.

Entramos en un estado mental borroso. Yo le pregunto, "Hay pañales todavía debajo del cambiador?". Él oye, "Porque no me has dicho que ya no habían pañales?" y entonces contesta, "Pero lo puedes ver tú misma, no? Tú le cambias mucho más a menudo que yo!".

Él me pregunta, "A que hora tienes los ensayos de baile el domingo?". Yo oigo, "No me lo creo que tienes otra vez ensayo este domingo!" y entonces le contesto, "Pero si te lo había dicho! ¿Porque tienes que quejarte ahora?".

Yo quería saber si había más pañales, para comprarlos si fuese necesario.

Él quería saber a que hora llegaría a casa el domingo, para preparar el almuerzo.

Es un circulo vicioso. Cuando entramos en ese estado mental borroso, cuanto más hablamos y intentamos solucionarlo, cuantas más cosas encontramos que nos molestan del otro. Pero. Pero afortunadamente somos dos personas muy racionales y sabemos que un matrimonio es duro trabajo—sabemos que son los compromisos, no solo (o más que) el amor, que lo mantienen en vida.

Poco tiempo para la pareja es siempre la fuente de nuestros problemas

Hemos pensado mucho en las causas de nuestro comportamiento de las últimas semanas. Creo que hay tres problemas principales: cero tiempo para la pareja, culpa y expectativas.

Es bastante sencillo. Yo me siento culpable por dejar a mi familia el domingo e ir al ensayo de baile, y cuando Alex me pregunta sobre eso, reacciono mal. Él cree que yo me espere que él me diga cuando los pañales terminen, y cuando yo le pregunto, él reacciona mal.

Cuando nos sentimos culpables y no lo expresar o reconocemos abiertamente, podemos pasar como un caterpillar encima de las personas. Las expectativas, bueno, esas no son buenas para nada y tendríamos que borrarlas del vocabulario de las emociones.

Pero el verdadero problema, la razón numero uno y fuente de todos los demás problemas, es la falta de tiempo de calidad para la pareja. No hacer las cosas que amábamos hacer juntos antes de que llegara Oliver—solo Alex y yo, como un tiempo. Mirar una película, salir a tomar un copa de vino, pasear cogiéndonos de la mano, comer un helado y hablar del significado de la vida, ir a un restaurante y recordar nuestra historia.

Es muy probable que hoy hablaríamos de Oliver. Está bien, podemos hablar de Oliver, pero no vivir siempre con Oliver, para Oliver y de Oliver. Necesitamos a nosotros. Nada más.

Si hemos sido un equipo, siempre podemos volver a serlo

Somo un equipo. Es así que solucionamos nuestros problemas. Los dos queremos con toda el alma llevar a cabo el compromiso que nos hicimos cuando decidimos pasar el resto de nuestra vida juntos. Estar feliz con el otro es lo que nos hace más feliz, pero no funciona si no somos un equipo.

Desafortunadamente, he descubierto que no siempre una pareja puede ser equipo, a veces se nos olvida como hacerlo. Pero también he descubierto que si lo hemos sido en pasado, siempre podemos volver a serlo: solo tenemos que estar los dos dispuestos y trabajar juntos.

Escribir nos ayuda a reflexionar antes de comunicar lo que sentimos

La verdad es que no escribimos a menudo: a los dos nos encanta hablar de lo bueno y de lo malo. Esta vez, sin embargo, hablar no funcionaba porque la conversación nunca terminaba como queríamos, así que hemos decidido escribirnos unos correos. Decirnos lo que nos molesta del otro, donde nos hemos equivocado, lo que querríamos mejorar de nosotros mismos, lo que querríamos que el otro mejorara.

Su primer correo ha empezado así, "No puedo trabajar si antes no me quito estos pensamientos de la cabeza… así que escribo a ti: mi chica, mi novia, mi mujer y madre de mi hijo".

Demasiado a menudo vamos por la vida con la persona que hemos elegido, viéndola solo como es hoy y nos olvidamos de como era y de lo que era para nosotros—cuando nos enamoramos de ella, cuando fuimos a vivir juntos, cuando nos comprometimos, cuando nos pedimos en matrimonio, cuando nos casamos, cuando decidimos tener hijos.

Las palabras de Alex han puesto todo en perspectiva: para él, yo sigo siendo todas esas personas, como él para mí—no deberíamos permitirnos olvidarlo.

El correo seguía con algunas de nuestra primeras fotos juntos—sacadas hace casi 10 años con Photo Booth en su salón—y un largo archivo con todos nuestros mensajes de los primeros meses.

Y aunque me haya dado un poco de vergüenza volver a leerlos (porque entonteces mi inglés no era perfecto como ahora), me he quedado con una pregunta: dónde han ido esas personas? Las quiero de vuelta o, quizás, una versión mejor de ellas, 10 años más madura.

Y me he dado cuenta que pensar en esas personas nos llevará siempre juntos. Hasta que tendremos las ganas de luchar para esas personas—que se han elegido entre otras billones en el mundo, que se han enamorado y han decidido dedicarse la vida—nada y nadie podrá interponerse entre los nosotros de hoy, da igual cuanto sean cabezones, impacientes, molestos e impulsivos.

La pareja está echa por dos individuos: cuidémosles a ellos también

El domingo, después de los ensayos de baile, Alex se ha ido a la oficina. Mientras que Oliver dormía, me he sentado en el sofá, he mirado Grey’s Anatomy, leído, reposado la cabeza. Nada de móvil, de internet, de blog, de redes sociales, de compromisos.

Lo necesitaba. Necesitaba un poco de Carlotta. Alex está en la oficina todo el día, trabaja mucho, pero si necesita un time-out lo tiene. Yo llevo más que un año sin time-out: he sido madre, mujer, bloguera, profesora, ama de casa (mala) y socializadora. Creía que mis clases de baile fuesen tiempo para mí, pero allí también se trata de más gente y más socializar.

Quizás en un futuro tendré que acordarme que entre todas las personas y cosas a las que cuido—Alex, Oliver, Cobie, mi blog, mi trabajo, nuestra salud, mi cuerpo—también debería cuidar a Carlotta. A la mente.

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