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¿Te gusta tu cuerpo de mamá? (es decir, cuando no te reconoces en el espejo después del embarazo)

Carlotta Cerri
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Esta es una foto que nunca hubiera pensado publicar. O incluso considerar publicar. O incluso sacar. Una foto que me despoja no solo de mi ropa, sino también de mi confianza.

No es una foto de transformación antes/después. Esto es mismo día, misma hora, mismo cuerpo. Diferente confianza.

El cuerpo de la izquierda es un cuerpo que reconozco. Puedo lidiar con un par de kilos más cuando estoy envuelta en ropa ajustada que se vea bien, que resalte lo mejor y oculte lo peor.

El cuerpo de la derecha es un cuerpo que aprecio. Es un cuerpo que creció dos bebés y sufrió una transformación alucinante. Dos veces. En dos años seguidos.

PERO.

Ese no es mi cuerpo. Mi cuerpo tiene una cintura estrecha. Glúteos redondos y duros. Brazos atléticos y un vientre plano. Es decir, mi cuerpo era así como lo ves en este video justo el año en que me quedé embarazada de Oliver, hace cuatro años (porque comía sano, corría, bailaba, trabajaba non stop, y hacía cosas como las de el video).

Les mostré esta foto a dos amigas y ellas ven un buen cuerpo (¡yo también os quiero mucho!). Mi marido ve belleza. Es posible que tú veas un cuerpo decente.

¿Yo? Yo veo un trasero en forma de pera. Ese rollito en mi espalda. Una cintura inexistente. Veo celulitis, que es más de lo que puedes apreciar en la foto. Y luego me doy la vuelta y veo dos pasas donde antes estaban mis pechos. Una barriga hinchada que reemplazó mi estómago siempre plano.

Veo todas las imperfecciones. Las estrías en mis caderas de los embarazos.  Las cicatrices de la cirugía inesperada. La barbilla doble cuando miro mi barriga. Las alitas bajo mis brazos. Incluso las canas que se multiplicaron por diez en el año y medio de privación de sueño.

Durante cuatro años, he estado pensando en volver a ese forma fisica, antes de los niños — a ese cuerpo en forma de reloj de arena que tanto me gustaba y nunca apreciaba de verdad — pero hasta ahora no había podido encontrar la motivación de hacer lo necesario para llegar allí.

Motivación. Siempre he pensado que la motivación era el problema — y un problema muy normal… ¡hola nueva vida de mamá, dos bebés, luego niños pequeños, los terribles dos años, la “primera adolescencia” a los tres años, un trabajo y nada de dormir!

Luego encontré a Sarah @thebirdspapaya e incluso si escribía sobre cuerpos con los que no podía relacionarme objetivamente, tocó algunos acordes profundos dentro de mí.

Me hizo darme cuenta de que el problema no tenía nada que ver con la motivación, y todo que ver con la aceptación. Aunque no estaba descontenta con mi cuerpo de mamá, nunca lo había aceptado de verdad. Aunque nunca di por sentado el milagro de la vida, nunca me había detenido a apreciar mi cuerpo por lo que hizo para ser como es hoy: se expandió y se extendió en todas direcciones para dar vida a dos PERSONAS.

Poco a poco, una publicación de Instagram a la vez, Sarah me ayudó a iniciar un nuevo diálogo interior con mi cuerpo. Introdujo en mi diccionario palabras como positividad corporal, amor propio y valor personal. Ella me enseñó la importancia de normalizar cuerpos que no encajan en los estándares imposibles con los que nos enfrentamos en la sociedad que vivimos.

Poco a poco, una publicación de Instagram a la vez, comencé a conectar los puntos: no podía cambiar mi cuerpo a partir de un diálogo de odio: odio mis caderas, odio mi celulitis, odio mis nalgas, odio mi barriga. Ningún cambiamento positivo puede venir del odio para nosotras mismas.

Primero tenía que cambiar mi diálogo interior. Tenía que empezar de un diálogo de amor.

Así que tomé acción. Tiré la báscula — creo que peso entre 64 y 70 kg, ¡pero quién sabe! Comencé a mirar mi cuerpo en el espejo, en lugar de ignorarlo porque no me gustaba lo que veía. Comencé a centrarme en lo que sí me gusta de mí en lugar de lo que odio. Me gustan mis hombros, mi espalda es sexy, adoro mi cuello largo, mi barriga no es tan mala, mis ojos son grandes y profundos, mi boca es sensual. Incluso mis pasas son monas.

Comencé a decirme a mí misma, “eres bonita”, dejando de lado la parte de “por tener dos hijos”. Soy bonita, punto.

Y entonces sucedió algo inesperado.

Paré de querer comer azúcar. Comencé a correr de nuevo.

Por primera vez en mi vida, la razón NO era perder peso. NO era tener un cuerpo más atlético. NO era estar en forma para el espectáculo de danza. NO estar lista para la prueba bikini. Era para darle AMOR a mi cuerpo. Para alimentarlo BIEN. Para ver su VALOR incluso cuando no está en su mejor forma — cualquier sea el significado de “mejor” en mi cabeza.

Mi reacción espontánea a mi nuevo amor por mí misma fue comer de manera más saludable y hacer ejercicio, porque creo que es así como mostramos amor a nuestro cuerpo, como nos tomamos cura de él. De la misma manera que le mostramos a alguien que le amamos abrazándole o dedicándole nuestro tiempo. Sólo un diálogo de amor puede generar comportamientos saludables: cuando hablas con tu ser interior con amor, la elección saludable no solo parece mucho más fácil, sino que es la única manera posible de seguir adelante.

Así que de allí empezamos las madres después de un embarazo: de nuestro diálogo interior. Cambiamos las palabras que nos decimos a nosotras mismas. Nos aceptamos, nos apreciamos, nos amamos, nos valoramos, nos perdonamos. Primero entrenamos nuestra mente y luego nuestro cuerpo. Tomamos decisiones desde el amor, no desde el odio.

No nos escondemos detrás de grandes suéteres y pantalones anchos para ocultar nuestro cuerpo. No nos avergonzamos de quitarnos la ropa en la playa — si nos sentimos inseguras por dentro, sacamos el pecho, hombros atrás, cabeza arriba. No criticamos cada centímetro de nuestro cuerpo frente al espejo, nos esforzamos por encontrar algo que nos guste. Alejamos todos los pensamientos sobre lo que necesitamos cambiar en nuestro cuerpo. Nos inclinamos hacia adelante sin preocuparnos por los rollitos de la barriga que no podremos ocultar. Nos metemos una galleta mental cuando cambiamos nuestra posición de sentada para que nuestros muslos no se vean tan grandes.

Y nos cuidamos a nosotras mismas. Nos cortamos el pelo de vez en cuando y no s dedicamos una manicura. Aplicamos un poco de aceite natural antes de acostarnos no para prevenir las arrugas, sino para mostrarle amor a nuestra piel. Nos ponemos un vestido bonito, sobre todo cuando nos sentimos de mal humor. Dejamos a los niños con papá y almorzamos con una amiga, participamos a una clase de yoga, leemos un libro en la playa, nos tomamos un fin de semana solas.

Nos mostramos amor a nosotras mismas así como mostramos amor a nuestros hijos, porque al fin y al cabo, solo el amor puede enseñar el amor.

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