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Oliver tiene dos padres, no uno solo

Carlotta Cerri
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Aquí en España (y hablo de España solo porque es mi realidad diaria) hay una pregunta que me hacen a menudo cuando me ven bailando salsa en la discoteca  por la noche o corriendo en el paseo. Cuando digo que voy a mis clases de baile por la tarde. Cuando me encuentro a alguien que conozco en el supermercado y estoy sola.

Con quién dejaste a tu hijo?

Es una pregunta que siempre me ha extrañado mucho, además cuando viene de gente que me conoce, que sabe que mi marido y yo no tenemos familia aquí.

Al principio contestaba, Está con mi marido. Hasta que él mismo me hizo notar que Oliver mo está con tu marido, está con su padre, que es la cosa más normal del mundo. Pues, a lo mejor aquí no lo es porque a menudo me contestan, “Qué suerte tienes, hija!”.

Así que creo que sí, soy afortunada. Pero no porque puedo dejar a Oliver con su padre. No porque Alex sacrifica su trabajo y vuelve de la oficina pronto el martes para que yo pueda dar mi clase de grupo tranquila o el miércoles para que pueda ir a mi clase de ballet. Y no porque cuando vuelve de la oficina después de un día largo se queda con Oliver, le baña y cocina para dejarme tener un break/escribir/respirar/descansar. No solo porque sabe bañarle, cambiarle el pañal, donde está su ropa y donde volver a ponerla, como entretenerle, como calmarle cuando llora. Y tampoco porque se da el turno conmigo para levantarse por la noche ahora que Oliver no está durmiendo mucho.

Honestamente, puede parecer excepcional a algunas madres, pero para mi—para nosotros—es bastante normal. Se llama ser padre.

Así que no por eso tengo suerte.

Tengo suerte porque mi marido me pide que le deje a Oliver. Porque quiere quedarse con su hijo después de un día largo de trabajo.

Porque entiende que mi blog, mi baile y mi trabajo (actualmente en ese orden) hacen que yo sea yo y no me convierta en un pequeño monstruo (no a menudo, por lo menos).

Porque no tiene miedo a que Oliver llore—todos los niños lloran, solo hay que tener paciencia—y no me lo da a la primera lagrima, sino a menudo lo coge de mi cuando llora.

Porque se busca la vida cuando está solo con él y no me llama pidiendo ayuda, como yo no le llamo a él.

Porque sabe que puede cuidarle como yo aunque no tenga tetas—pero admito que sin tetas lo tiene mucho más complicado, así que estoy muy orgullosa de él por hacerlo todo sin ellas!

Porque aunque no sepa como hacerlo, lo aprende solo, poco a poco, como todo y todos. En Italia decimos, “Nessuno nasce imparato” (nadie nace sabiéndolo todo).

Porque se interesa por su salud, su crianza, educación y bienestar, y aunque se olvide el día de una vacuna o llegue tarde a una cita con el pediatra, sabe como y más que yo sobre nuestros valores y principios, montessori, alimentación complementaria, ciclos de sueño, vacunas, resfriados.

Tengo suerte porque mi marido quiere ser un padre presente. Y porque entiende que somos un equipo, dos personas independientes que aprenderán a conocer a Oliver cada uno con sus métodos y con sus fallos, de manera diferente, que a veces quizás parecerá equivocada al otro. Pero siempre juntos, como equipo.

Porque al fin y al cabo, Oliver tiene dos padres, no uno solo.

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