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Disciplina positiva al estilo Montessori

Carlotta Cerri
Salva

Oliver siempre ha sido un niño muy gentil. Nunca golpeaba, mordía, empujaba. En realidad, siempre era él al que le golpeaban, mordían y empujaban. Últimamente, sin embargo, ha empezado a defenderse, y cuando le empujan, les empuja. A veces incluso empuja primero. Por un lado, me gusta que se defienda. Por otro lado, empujar, morder y golpear no son comportamientos que acepto, y “todos los niños lo hacen” para mí no es una excusa.

Como soy fan de Montessori, además, no creo en los castigos: he leído en varios libros y artículos (no sólo Montessori) cómo los niños menores de tres años son psicológicamente incapaces de comprender los castigos y la disciplina. Pero pensaba que la violencia física fuera una excepción (cualquier tipo de violencia física—morder puede parecer peor porque deja una marca, pero empujar, golpear y tirar el pelo no son en absoluto mejores y más aceptables). Pensaba que la violencia fisica fuera uno de los casos en los que tengo que ser firme, decir un NO seco y darle un castigo a Oliver.

Me equivocaba.

Hablé con la maestra de Oliver Noelia, y lo que ella me contó fue una revelación total, que fue reforzada en el taller de disciplina positiva de Macarena Soto Rueda en el que participé el mes pasado. Y quiero compartirlo contigo, porque los resultados que obtuve con la aplicación de la disciplina positiva y de los consejos de Noelia en casa son alucinantes.

Qué es la disciplina positiva

Un día, llegué a la escuela para recoger a Oliver y todos los niños tenían sus manos contra la pared y empujaban. Noelia les estaba pidiendo que empujaran más fuerte. Cuando le pregunté, ella me explicó que estaban empujando la pared en lugar de empujar unos a otros. Me dijo:

“Los niños entre dos y tres años no golpean, empujan o muerden porque son malos; empujan, golpean y muerden, a veces porque ven a otros niños hacerlo, pero más a menudo porque NECESITAN empujar, golpear y morder. Es una necesidad real en su edad de desarrollo. Nuestro papel como maestros y padres no es castigarlos por este comportamiento, sino guiarlos ofreciéndoles una alternativa. Cuando empujan a un amigo, les preguntamos si tienen ganas de empujar; si la respuesta es sí, les pedimos que empujen la pared, en su lugar”.

Para mí, esto tiene muchísimo sentido.

La disciplina positiva funciona!

Hace unas semanas, Oliver empezó a darle patadas a nuestra perra Colbie. Alex y yo no damos patadas a Colbie, así que definitivamente no es un comportamiento que ha aprendido de nosotros, y no importa cuántas veces le pedí que no lo hiciera, y le expliqué que a Colbie le duele cuando le damos patadas, él no paraba.

Después de hablar con Noelia, traté de poner la disciplina positiva en acción. Cada vez (la consistencia es la clave!) que Oliver daba una patada a Colbie o se acercaba a ella con cara traviesa, le preguntaba si tenía ganas de dar patadas; si me decía que sí, le ofrecía la pelota, y le decía “¡Dale una patada a la pelota, entonces!”. Tardó un par de días, pero luego las patadas se detuvieron. Ahora me trae la pelota y dice “Oli kick ball”, y jugamos juntos. Como resultado, no sólo la pobre Colbie ha vuelto a respirar, sino Oliver se está convirtiendo en un futbolista fenomenal!

La disciplina positiva en el día a día

Si un niño quiere (necesita) empujar, dile que empuje la pared, un árbol, un coche. Si quiere (necesita) morder, dale una zanahoria cruda, una naranja, un limón, un mordedor para morder. Si quiere (necesita) patear, dale una pelota. No sólo estás usando disciplina positiva, sino que también estás abordando una necesidad fundamental de su edad de desarrollo. Tiene sentido, ¿no?

A veces es muy difícil de recordar, especialmente cuando nuestro hijo se comporta de una manera que no nos gusta, cuando nos sentimos mal o mortificados, o cuando nuestros hijos son las “víctimas” del “mal comportamiento” de otros niños (entre comillas, porque a veces lo que nos parece mal comportamiento a nosotros adultos, para un niño es lo natural).

Pero tan pronto como comprendemos por qué lo hacen, aceptamos que no son “malos”, no se “comportan mal”, no “nos desafían”, y tomamos el tiempo para guiarlos dándoles un comportamiento/actividad alternativo, es increíble cómo cambien.

Disciplina positiva en casa

Últimamente uso este truco con todo. Antes, solía enfadarme con Oliver cuando  hacía algo mal repetidamente, le decía NO, “no hacemos eso”, “no golpeamos”, “no tiramos los juguetes”. Siempre terminaba en una lucha de poder—y ¡nunca ganas con un niño de dos años!

Ahora todo es diferente. Si Oliver muerde el sofá, le doy una toalla o una zanahoria para morder. Si me tira un juguete, le doy la pelota para tirar. Si golpea a Colbie, le pido que golpee el sofá. Si tira agua fuera de la bañera, le pido que la tire contra la pared… Hay menos NOs, y menos luchas. Tardamos un tiempo en cambiar nuestro comportamiento y reacciones, pero ahora puedo ver una gran mejora y mi vida es mucho más fácil.

Disciplina positiva fuera

Afuera me resulta más complicado, porque necesitas mil ojos cuando niños de esta edad juegan juntos. Necesitas estar mirándole en todo momento, y estar preparada con una estrategia para solucionar una situación problemática. Mi estrategia es eliminar a Oliver de la situación, explicarle por qué su comportamiento no es agradable, y darle una alternativa.

El otro día mordió la mano de su mejor amiga Bella (ella le empujó para coger “su” columpio y él, por primera vez en su vida, mordió!): le quité de la situación saliendo de la cafetería, le puse en el coche, le expliqué por qué no me gustó lo que hizo y le ofrecí el mordedor de Emily para morder (lo único que tenía disponible). Se lo puso en la boca y se quedó dormido así:

¡Démosles el beneficio de la duda a los niños!

Y una cosa más, que siento que los padres (yo incluida) se olvidan demasiado a menudo, y os dejo las palabras de Marta de Pequefelicidad en este bonito post: “Los niños no nos retan, los niños no son malos, los niños no nos chantajean. Los niños son buenos. Su alma es pura, por suerte”.

Deberíamos aprender a darle siempre el beneficio de la duda, porque ”Los niños no tienen desarrollado un control sobre su voluntad antes de los cinco años. Hasta entonces, sus impulsos pueden más que su capacidad de obedecer. Se están conociendo y están conociendo. Seamos pacientes y comprensivos. La constancia es la mejor semilla para educar niños capaces de razonar y de distinguir por sí mismos el bien del mal”.

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