En cada uno de esos momentos, mi instinto era enfadarme con mis hijos: correr y gritar que eso no se hace, que nos vamos a casa inmediatamente, que si se portan así en el parque no volvemos jamás (en una de esas situaciones lo hice, si tienes mi curso Educar a largo plazo quizás te acuerdes de cuál 😉); o enfadarme con los adultos que tenían que proteger a mis hijos: preguntarle al maestro cómo es posible que haya pasado ante sus ojos o decirle a los padres del niño “mordedor” que enseñe a su hija/o a no morder.
Afortunadamente yo era consciente y había hecho un trabajo de evolución personal que me había llevado a comprender y acoger a los niños de manera profunda y a vivir la situación de manera sana, constructiva y a largo plazo.
1 verdad fundamental sobre la agresión infantil
Cada necesidad necesita ser satisfecha (de los niños o los adultos). Al igual que cuando tienen sed y le ofrecemos agua, cuando tienes comportamientos incómodos ofrecemos nuestra presencia. Nuestro papel como educadores y padres no es castigarlos por esas conductas, sino guiarlos ofreciéndoles una alternativa y dándoles las herramientas: por ejemplo, si empujan podemos decirles “veo que tienes que empujar (se sienten vistos). ¿Saben que podemos hacer? (conectamos) Ven conmigo y empujemos fuerte el muro (ofrecemos alternativa)”.
En esos casos es importante permanecer alerta — sobre todo si sabemos que están pasando per esa fase — para ayudarlos a tener éxito en sus instintos y deberíamos recordar que el niño "desregulado", que "se porta mal" (según la vieja concepción popular), sólo ha encontrado un obstáculo a su desarrollo que podemos ayudarle a superar.
4 reflexiones sobre el enfado de los niños
- Cuando los niños gritan y golpean es porque no tienen las herramientas para comunicar. El niño que no sabe decir lo que siente, tiene la necesidad de usar su cuerpo para expresar sus emociones. Quiere transmitirlo a los demás y canalizar lo que siente de alguna forma. Y hasta que aprende otras formas, lo hace de la única manera que conoce: gritando sus emociones intensas y, a veces, con gestos agresivos. Y es en ese momento cuando necesita aún más de nosotros y de nuestra empatía: un niño que nos está haciendo pasar un mal rato, es un niño que la está pasando mal.
- No tenemos que enseñarles a no estar enfadados: tenemos que enseñarles a cómo estar enfadados. Cada niño sabe expresar su alegría y ningún padre se lo impide mientras la expresa. Entonces, ¿por qué enseñar a no estar enojado? La rabia es tan valiosa como la alegría (o la tristeza o cualquier emoción) y no debemos bloquearlas: todos podemos aprender a manifestarlas de forma saludable. Algunas frases cortas que podemos enseñar a nuestros hijos en momentos de rabia son: “Espacio, por favor”; "¡No gracias!"; "¡No me gusta!"; "¡Para!".
- Les damos alternativas a las acciones de la rabia. Cada uno expresa sus emociones a su manera, pero podemos mostrar a los niños formas de expresar y descargar la rabia (recordando que ellos no son como nosotros) es un buen comienzo para que encuentren el método más adecuado para ellos. Por ejemplo: en lugar de decir "no le des patadas al perro" > "Veo que tienes que patear; ven, damos patadas a la pelota". Otras alternativas a otros comportamientos incómodos:
- Empujar la pared
- Apretar una pelota antiestrés
- Morder una manzana
- Construir una torre con bloques y derríbala
- Salir y respirar profundamente el aire.
- El juego del 5-4-3-2-1
- Correr/saltar
- Poner musica y baila
- Escuchar música en auriculares
- Mirar por la ventana
- Dibujar en una hoja
- No menospreciamos sus emociones. Valoremos sus palabras y sus acciones. Esto (también) significa evitar caer en la tendencia común de menospreciar sus emociones. Si están enojados, no disminuyamos la rabia. Si lloran, no disminuyamos las lágrimas. Evita frases como: “Vamos, no hay por qué llorar”, “Qué escena estás haciendo, realmente eres un actor/actriz”, “¡Pero deja de hacerte la víctima/de llamar la atención!”.
💡 Cuando gritamos y castigamos, nuestros hijos no aprenden a hacerlo mejor en el futuro. Si nos enojamos con los niños cuando están "desregulados" (cansados, hambrientos, abrumados por el ruido, frustrados), ellos no aprenden a regular su cuerpo para tener más autocontrol en el futuro: aprenden que cuando muestran sus emociones , les duele. Claro, detienen el comportamiento y nos parece que están aprendiendo por qué nos obedecen, pero están reprimiendo sus emociones y aprendiendo que esa es la forma sana de procesarlas (una lección que llevarán consigo durante toda su vida). Recuerda: la conexión, no la obediencia, es el objetivo de la crianza.
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